Los artistas de Mesoamérica tenían una responsabilidad cósmica: mientras adornaban las superficies de edificios, vasijas de barro, telas, hojas de papel amate y esculturas con colores, literalmente estaban creando el mundo. El poder del color surgió de la materialidad de sus pigmentos, la habilidad de las personas que lo creaban y el conocimiento de las comunidades que lo empaparon de significado. Al desarrollar y utilizar el color, los artistas empuñaron el poder de la creación cósmica en sus manos. La exposición Vivimos en la pintura: la naturaleza del color en el arte mesoamericano explora la ciencia, el arte y la cosmología del color en Mesoamérica. Con más de 200 obras de arte indígena, tanto ancestrales como contemporáneas, la exposición y el catálogo que la acompaña siguen dos líneas de cuestionamiento relacionadas (el análisis técnico y material, y las concepciones indígenas de arte e imagen) para alcanzar la máxima riqueza del color en el centro de las visiones mesoamericanas del mundo.